Estar suscrito a esta revista significa ser parte de una emocionante manada que desea saber más sobre el vínculo que nos une a nuestros perr@s. Sin embargo, desde hace tiempo, pronunciar esta palabra me produce un intenso amargor. Decir manada me sabe mal, me sabe a sucio, a indecente. Y eso me molesta porque yo la uso como sinónimo de familia.
Esto me sucede desde el 2016 cuando en las fiestas de Sanfermines cinco hombres en grupo violaron a una joven de 18 años. Estos cinco amigos se hacía llamar «La Manada» en su grupo de WhatsApp. Ahí compartían, planificaban y se vanagloriaban de sus agresiones. El caso se hizo tan mediático que ensució la palabra manada al ser relacionada constantemente a este grupo de sinvergüenzas.
El diccionario describe esta palabra como “conjunto de ciertos animales de una misma especie que andan reunidos”, y “cuadrilla o pelotón de gente”. Pero en ningún momento dice:
«Conjunto de bestias infames que se aprovechan de su superioridad numérica para ejercer un trato degradante y vejatorio a otras personas que consideran una amenaza para su minúscula existencia.»
Una manada hace referencia a un conjunto de lobos o perros. Existen definiciones más concretas para otros animales como tropilla (conjunto de caballos de montar), bandada (grupo de aves) o cardumen (conjunto de peces). Sin embargo, la palabra manada abarca más que la reunión de un grupo de individuos de la misma especie, en un mismo espacio y al mismo tiempo.
Una manada de lobos cuenta con una clara estructura social: se comunican entre ellos y tienen estrechos vínculos emocionales. Su unión aporta beneficios y asegura la supervivencia del conjunto. Éstos se traducen en seguridad, protección, asegurar el alimento a través de estrategias de caza más elaboradas y el éxito reproductivo. Además, al ser animales sociales, el sentimiento de pertenencia a un grupo aporta significado a su existencia.
Uno de los beneficios de esta unión es el hecho de asegurarse el alimento. La caza en grupo permite a los lobos optar por presas más grandes que ellos. El vergonzoso grupo de hombres antes mencionados, acosaban en grupo “presas” más grandes que ellos porque sabían que cada uno, individualmente, eran minúsculos. Sabían que esa muchacha era mucho más que ellos:
Más grande, Más libre, Más digna.
El tatuaje de uno de ellos decía: “El poder del lobo reside en la manada”. Yo más bien cambiaría la palabra manada por jauría, que significa: “conjunto de quienes persiguen con saña a una persona o grupo”. Cada palabra de esta frase, tatuada en la piel de esa persona, está manchada con su infame actitud.
No existe palabra alguna que tenga la potencia suficiente para describir a estos sinvergüenzas y no quede mancillada para siempre.
Me gustaría creer que con el tiempo, y el uso positivo que le damos en esta revista, la sensación de amargor que tengo al decir esta palabra cambie para acercarse más a un sentimiento de unidad y pertenencia a un cálido grupo de personas que aman a los perros y los consideran parte de su familia. O que son considerados como manada por parte de sus perr@.
Sin más, me despido con un fuerte

Fdo: Picasso Perro Pastor
Editor Jefe.