Imagen de portada: perro de Pávlov disecado (posiblemente Baikal), en el museo Pávlov de Rusia. Se observa el recipiente que cuelga de su mejilla para recoger su saliva.
¡Eureka! Si las babas son “secreciones psíquicas” (como argumentaba Pávlov) del pensamiento del perro, existe una forma cuantificable para conocer el cerebro de los animales.
No obstante, el campo del científico Iván Pávlov no era la conducta animal, si no el estudio del aparato digestivo. Pero sus investigaciones en este campo y los experimentos que realizó con perros para conocer el funcionamiento de los jugos gástricos, le llevaron a descubrir aspectos fundamentales del comportamiento del perro. Mas tarde, estas observaciones se aplicarían al conocimiento del comportamiento humano.

Babas de perro, material de primera
Esquema ilustrativo de la intervención quirúrgica que realizaba Pávlov y su equipo.
Los experimentos de Pávlov con perros, comenzaron con la necesidad de conseguir sus babas (que son los jugos gástricos del inicio de la digestión) y poder analizarlas. El científico diseñó un circuito experimental en el que enseñaba al perro la comida y cuando éste salivase, poder recoger sus babas. Para ello necesitaba intervenir quirúrgicamente a los animales y agregarles una cánula o fístula con un tapón que conectase el tracto digestivo con el exterior.
Durante la práctica en el tiempo del experimento, se dieron cuenta de que múltiples factores intervenían en la respuesta del animal. Al final, éste salivaba no solo con la visión de la comida, sino también con el olor o el acercamiento de la persona que lo alimentaba (aunque no llevase comida en ese momento). Así concluyeron que los perros aprendían sobre nuevos acontecimientos; relacionándolos entre sí y que no solo babeaban por una reacción natural -innata- ante la presencia de la comida.
Debido al alma curiosa de los investigadores, el grupo de trabajo de Iván Pávlov probó a relacionar otro tipo de elementos con la comida (como un metrónomo o un silbato). Finalmente, y con muchas repeticiones, el perro asociaba este nuevo elemento con la comida y llegaba a salivar con el sonido del metrónomo, sin la presencia de la comida.
Mira si son espabilaos que si la comida se les presentaba habitualmente cuando el metrónomo oscilaba 100 veces, no reaccionaban nunca a las 82 o 94 oscilaciones, si no a la que hacía 100. Ni una más ni una menos. Entonces empezaban a babear al saber lo que venía. A eso se le llama rigor canino-científico-interesado 😁🙄🤭🐶.
MIAU
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